Desde mi regreso, el año pasado, he tratado de definir qué es lo que me trajo de vuelta a Vallarta después de tantos años en el extranjero. He estado preguntando y he recibido una desconcertante variedad de opiniones sobre lo que es esta ciudad.
Vallarta ya no es el refugio sereno que alguna vez fue, y tampoco es una metrópolis en crecimiento; no es ni tranquila ni excitante. De acuerdo con Greenpeace tampoco es amigable con el medio ambiente, nuestras playas están contaminadas y producimos demasiada basura a pesar que nos vendemos cada vez más con una imagen ecológica. La ciudad es víctima del desarrollo urbano, aunque aún no cuenta con una política clara sobre el asunto. Vallarta es una serie de contradicciones que son parte de su encanto pero que a la larga, podrían costarle la pérdida de negocios y turismo ante marcas de destino mucho más cuidadosas.
Los consumidores necesitan creer en lo que compran. Cuando compramos algo estamos pagando no sólo el producto sino la visión por lo menos temporal que éste tiene del mundo. Piensa en cualquier marca exitosa en la actualidad y verás una marca que ha diseñado cuidadosamente un mensaje específico y una estrategia para comunicarlo. Para que una marca triunfe se le debe considerar coherente y consistente. Las marcas perdurables que cuentan con la preferencia de los consumidores son aquellas que saben distinguirse a sí mismas, proteger lo que son e inspirar simpatía.
Por otro lado, la marca Vallarta, está desaprovechando completamente una oportunidad única y extraordinaria. ¿Cuál es el problema? Parecemos estar inseguros de lo que somos y hacia dónde vamos. Se está haciendo muy buen trabajo en proteger Vallarta, pero lo que necesitamos es una estrategia completa que sirva de guía para el desarrollo en todos los niveles, que proteja nuestra herencia cultural y asegure el bienestar a largo plazo de la ciudad.
Aunque tiene buenas intenciones, la reciente restauración del Centro Histórico es una solución mínima y momentánea ante todos los asuntos que deben estar en la mesa de discusión.
La suma de dinero que se invirtió en pintar el Centro palidece ante los millones que se gastaron en desarrollos como El Molino o Rivera Cuale, los cuales han dañado irrevocablemente la personalidad de la ciudad. Y aunque el gobierno merece reconocimiento por la restauración, también debe responder por la instalación de un nuevo Starbucks cerca de Burger King y el ahora muerto Hooters en la plaza principal. No se tiene nada en contra de las franquicias pero debemos preguntarnos si la americanización de nuestro Centro Histórico es realmente buena para el turismo.
El progreso es bienvenido, pero no se debería aprobar ningún cambio significativo a la identidad de la ciudad sin antes preguntarse el impacto que éste tendrá a nivel general. Es cierto, el desarrollo de propiedades ha traído riqueza a muchos, pero la sobrepoblación, el creciente tráfico, la infraestructura inentendible y el desinterés por el ambiente local podrían contrarrestar los beneficios que estos desarrollos han traído a Vallarta.
En Europa, París e Ibiza, tienen comités fuertes y creativos que regulan el desarrollo de la ciudad y sus marcas. Ibiza tiene una estrategia de desarrollo enfocada en regular el crecimiento sin impedir el progreso. También ha invertido millones de euros en elevar la categoría de los hoteles y servicios locales para atraer a una clase turística más exclusiva y así reducir el número de visitantes e incrementar el dinero que cada uno gasta para proteger el medio ambiente y la infraestructura.
Si Vallarta va a competir exitosamente en la arena internacional necesita desarrollar una estrategia de marca clara que no sólo guie sus comunicaciones y publicidad, sino que complemente sus políticas sociales, económicas y ambientales. Esta estrategia deberá coordinar a varias oficinas gubernamentales, negocios y constructores bajo una visión del futuro en común.
¿Cómo comenzamos? con el discurso: preguntando y siendo escuchados. Comenzamos por definir colectivamente quiénes somos y qué deseamos hacer con nuestro pedazo de paraíso. Definiendo lo que queremos podemos identificar lo que realmente importa y lo que necesita atención y apoyo. Articular esta visión, articular a nuestro Vallarta, es el primer paso para convertir a esa visión en realidad. Depende de nosotros los vallartenses iniciar ese diálogo.
